«Celebrar es propio de todas las sociedades y de todas las culturas. Porque las sociedades definen sus culturas  partir de aquello que celebran, como así también de aquello que repudian» anunció la intendente.

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Aquí, en esta tierra, en esta ciudad de Esperanza se celebra el Trabajo. Fotogalería de lo que fue la Fiesta Nacional de la Agricultura edición 2008.

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Porque el trabajo honesto como forma de alcanzar metas y objetivos generosos, es decir, como medio para ganarse la vida y aportar a la comunidad; ennoblece, dignifica.
Culturas ancestrales han celebrado a la AGRICULTURA como una actividad sagrada, relacionada con el alimento, con la vida y con la generación de riquezas.
Así, la idea de trabajo está asociada a la de SERVICIO, ESFUERZO, SACRIFICIO, HONRADEZ.
Quien celebra el trabajo también celebra estos valores, estas virtudes.
Quien se gana la vida trabajando construye una sociedad SOLIDARIA, PACÍFICA, JUSTA.
Por eso aquí, en esta tierra, se rechaza la pereza, la desidia, la vagancia.
Porque quien aspira a sobrevivir sin trabajar deberá mentir, deberá hacer trampas.
Porque para vivir sin trabajar hay que destruir, hay que robar, hay que violentar lo ajeno.
Una sociedad que no sustenta su progreso en el trabajo habrá de construir castillos en el aire, y peor aún, una sociedad que se sustente en el trabajo sólo de algunos será una sociedad injusta que camine hacia su propia destrucción.
Celebremos entonces. Pero no olvidemos porqué y para qué trabajamos.
Y que esta celebración sea mucho más que una fiesta. Que sea el anuncio de una comunidad que vuelve a sus valores más elevados.
Porque las fiestas son para divertirse y las celebraciones son para recordar el valor de las cosas, el sentido profundo de lo que hacemos y de lo que somos.
Es importante que el Estado promueva la celebración de aquellos valores que enaltecen a la sociedad y no que solo le procure diversión.
La Agricultura ha hecho grande a esta tierra, tanto como la Industria y el Comercio. Por eso esta celebración que nos une a todos los Esperancinos y, como hace más de 150 años, a todos los hombres de buena voluntad que han querido habitar el suelo Argentino.
Estoy convencida de que hay un terreno fértil capaz de dar frutos abundantes. Hay hombres y mujeres que saben hacer el trabajo. Que son capaces de postergar sus intereses, de trascender su egoísmo, de construir una ciudad grande, digna y generosa.
Hoy, como en aquel entonces, vivimos el tiempo de la siembra, y aunque volver a sembrar la semilla del AMOR y la VERDAD nos cueste muchas veces el dolor de la incomprensión y el oprobio de los que ni aman ni son verdaderos, los invito, con HUMILDAD Y VALENTÍA, a seguir sembrando, porque confío en que la cosecha se hará cantando la alegría de lo BUENO y lo COMPARTIDO.

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