Ana Claudia Zenclussen y Federico Jensen develaron un enigma del embarazo con un estudio que lleva varios años en la Universidad de Magdeburgo, Alemania. Descubrieron que un subtipo de glóbulos blancos producen autoanticuerpos que desencadenan reacciones en las mujeres que sufren preeclampsia en el embarazo.
Avance reconocido por la comunidad científica internacional.
El súbito e inesperado aumento de la presión sanguínea se presenta como un rayo que rasga de un momento a otro el cielo azul del embarazo.
La preeclampsia, cuadro devastador que afecta a entre el 5 y el 8% de las mujeres gestantes (en general, de las que esperan su primer bebe), es una de las complicaciones más graves que surgen en esa etapa de la vida y puede producir convulsiones, accidente cerebrovascular, falla multiorgánica y hasta la muerte de la madre y/o el bebe.
Aunque se conoce desde las épocas de Hipócrates (hace más de 2000 años), el problema es que sus síntomas son inespecíficos (edema, repentino aumento de peso y proteinuria son algunos) y no existen actualmente métodos de diagnóstico precoz ni tratamientos, más allá de la inducción del parto.
Pero un trabajo que acaba de publicarse en la revista Hypertension , y que firman Federico Jensen y Ana Claudia Zenclussen, dos investigadores argentinos que trabajan en la Universidad de Magdeburgo, en Alemania, acaba de revelar una clave fundamental de la enfermedad: los científicos descubrieron que un subtipo de glóbulos blancos, los linfocitos B-1a, producen autoanticuerpos que desencadenan en esas mujeres una reacción autoinmune.
“Estos linfocitos aparecieron tempranamente en la evolución del sistema inmunológico y ya fueron asociados con otras enfermedades, como el lupus o la artritis reumatoidea”, cuentan a través de una comunicación telefónica desde su laboratorio, en Alemania.
Ana y Federico no perdieron un ápice del acento argentino.
“Es que, junto con mi mujer, que es bióloga y trabaja con el marido de Ana, hicimos un enclave en el Instituto de Obstetricia y Ginecología Experimental de la Facultad de Medicina de la Universidad de Magdeburgo -cuenta Jensen-. Hasta tomamos mate todas las tardes”. Hoy ambos son directora y subdirector, respectivamente, del Instituto.
Ana es santafesina -esperancina- y estudió bioquímica en la Universidad Nacional del Litoral.
Llegó a Alemania tras obtener una de las más prestigiosas becas europeas, la Alexander von Humboldt, después de doctorarse en inmunología en la Universidad de Buenos Aires.
El primer día que entró a su laboratorio en Berlín, conoció a un pediatra e investigador alemán con el que se casaría y tendría dos hijas.
“En 2007 acepté el cargo de profesora en Magdeburgo y el mismo año se postuló Federico, que venía de Dresden, a otro -cuenta Ana-. Yo hace 12 años que trabajo en inmunología de la reproducción, y cuando llegó Federico le propuse que estudiara las células B.”

Un misterio milenario

“Celsus -cuentan los investigadores- fue el primero en describir la preeclampsia como un «ataque» que ocurría durante el embarazo y que desaparecía luego del parto.
Debido a que los síntomas aparecían de improviso, la llamaron «eclampsia», del griego «relámpago».
Hacia la mitad del siglo XIX se la asoció por primera vez con presión elevada y proteinuria [presencia de proteínas en la orina], que son los únicos indicadores para diagnosticarla.”
Una de las hipótesis iniciales para explicar la preeclampsia la atribuyó a una respuesta exacerbada del sistema inmune de la madre a los antígenos paternos establecidos en el feto y su placenta.
Pero en los últimos años se venía planteando la posibilidad de que se desencadenara por mecanismos autoinmunes.
“Esta nueva forma de pensar surgió de la detección de varios tipos de autoanticuerpos en mujeres que desarrollan preeclampsia y que están ausentes en mujeres con embarazos normales -explica Jensen-. Entre otros, uno dirigido contra un receptor de la [hormona] angiotensina (denominado AT1-AA) que influye tanto en la presión sanguínea como en los niveles de proteína en orina, ambos indicadores de la enfermedad. Sin embargo, si bien los autoanticuerpos estaban bien caracterizados, hasta ahora se desconocía su origen, es decir qué tipo de células los producen, y más importante aún, bajo qué condiciones.”
Jensen y Zenclussen confiesan que el resultado los tomó un poco por sorpresa.
“Hace diez años se detectaron autoanticuerpos en mujeres con preeclampsia -cuenta Zenclussen-. A partir de eso se los aisló y se empezaron a hacer trabajos en animales.
Cuando se inyectaban en ratones, éstos desarrollaban todos los síntoma de la preeclampsia. Sin embargo, no nos esperábamos estos resultados.”

¿Pero qué es lo que gatilla la síntesis de esos autoanticuerpos?

“Esa justamente es una pregunta que nos plantearon los revisores del trabajo -dice Jensen-.
Nosotros proponemos que uno de los factores desencadenantes podrían ser niveles elevados de gonadotropina coriónica humana. Esta hormona aumenta durante las primeras etapas del embarazo y, si está desregulada, se asocia con varias patologías, entre ellas la preeclampsia.”

Corazón binacional

Según subrayan los investigadores, el trabajo abre enormes posibilidades, no sólo para diseñar estrategias que permitan reconocer mujeres con riesgo de desarrollar esta enfermedad antes de que se presente, sino también para encontrar posibles tratamientos.
“Para nuestro trabajo, medimos los niveles de B-1a en pacientes que ya estaban diagnosticadas y vimos que tenían niveles elevadísimos de estas células -explica Jensen-.
Ahora, para que esto tenga impacto clínico y se puedan usar estas células en diagnóstico precoz, hay que hacer un estudio retrospectivo; es decir, seguir a las pacientes desde los inicios del embarazo y ver si esta población de células cambia.
Es algo que ya estamos planeando, pero tenemos que decidir si es conveniente hacerlo en mujeres con mayor riesgo, qué número de pacientes deberíamos reclutar y con qué asiduidad deberíamos realizar los controles.”
Tanto Jensen como Zenclussen confiesan sentirse muy contentos por las posibilidades que les brinda el sistema científico del país europeo.
“Una vez que los conocés y trabajás con ellos, los alemanes son gente maravillosa -afirman, al unísono-.
Pero siempre seguimos en contacto con la Argentina y hasta tenemos proyectos en conjunto con equipos del Conicet”.

Fuente: La Nación – Periodista Nora Bär