Si bien la mitad del precio en góndola lo componen los eslabones comercializadores, curiosamente son quienes nunca se sientan en la mesa de negociación. El escenario inflacionario y de aumento de servicios y tarifas amenaza la férrea tradición de consumo de carne nacional. La exportación vuelve a imponerse como un jugador de peso en la producción ganadera.

¿Porqué baja la hacienda el Liniers pero no en las góndolas?. La pregunta, recurrente, recorre las charlas de amigos, cafés, noticieros y hasta los pasillos del poder. El tema es estructural, y desnuda los entretelones de una de las facetas más ocultas de la cadena de la carne, que son las que se ubican entre la producción y el consumo, y son difícilmente visibles para la opinión pública.

Para saber un poco más sobre este tema, Campolitoral consultó a especialistas ganaderos, quienes destacaron una cadena de complicidades varias, las que conllevan prácticas comerciales y culturales de años.

Según el rematador Miguel Romano, la baja en Liniers y el alza en la góndola es un problema de nunca acabar a nivel de toda la cadena. “Nosotros nos somos formadores de precios. Nos remiten la hacienda, la vendemos, no tenemos precio base, ya que al precio lo hace la oferta y la demanda. Acá ocurre que la exportación generó que estén abiertos todos los frigoríficos exportadores, quiere decir que todos están trabajando. Se está empezando a mover le mercado de Chile, y nosotros con la Hilton, los precios no son grandes pero sirven para poder faenar. Volveremos a un mercado de la carne como el que teníamos antes, donde el consumidor tendrá que adaptarse a comer el asado de novillo, de la vaca, los cortes del cuarto delantero que irán a la picada o la milanesa”, remarcó el especialista de la Cooperativa Guillermo Lehmann.

“Esto se está transformando gracias a la exportación, que ya hoy iguala al mercado interno en cuanto a los valores. Los feedlots elevan la cantidad de kilos, saliendo de los 300 kilos de faena, y vuelven al novillo más pesado, que hace que haya más carne pero con la misma cantidad de hacienda. El stock está caído, no crece y queda ahí, el índice para febrero/marzo está dando que no estamos teniendo los terneros que tenemos que tener: entonces el ternero no aparece, la recomposición no existe, la cadena va a demandar probablemente más novillos pesados que livianos, entonces hoy estamos cargando a las cadenas comerciales novillos de 500 Kg.”, agregó con su tradicional voz áspera y su estilo enfático.

Romano anticipó que en breve va a aparecer la figura del recriador, sacando un ternero de los campos ganaderos hacia campos de recría de donde va a salir con más kilos, probablemente con 250 Kg. “Y lo va a agarrar el que lo prepara para la exportación que con 440 kg. está dando muy bien el corte. Ahí se va a dar el fenómeno que tanto veníamos pidiendo nosotros, de levantar en 100 kg. el peso mínimo de faena sin poner ninguna ley, porque la carne del ternero liviano va a ser cara, pero vas a ver el asado a $ 78, como promocionaba un frigorífico de Nelson días atrás. A todas las carnicerías que remarcan permanentemente se les va a caer el consumo, no van a vender. Los supermercados van a salir agresivamente con un precio muy diferencial”, sostuvo.

Finalmente, sostuvo que la quita de retenciones al maíz hará que el feedlot que quede en pie será el que tiene mayor espalda, aquel que tienen el grano y el silo propios, y que cambia la soja por expeller. “Estamos formulando una dieta (alternativa) en base a maíz, expeller y un pequeño núcleo, que permitirá estar en condiciones de hacer un novillo no tan rápido pero tampoco lento y esos feedlot con espalda van a aguantar. El otro dato es nuestra relación respecto de los países limítrofes. Estamos encima del precio de Uruguay, Paraguay y Brasil y eso se va a acomodar. Estamos muy bien posicionados con el precio de la hacienda por la demanda de las industrias”, expresó.

Del campo a la mesa

Motivados por la misma inquietud, Juan Manuel Garzón y Nicolás Torre (de IERAL, Fundación Mediterránea), publicaron recientemente un estudio que revela que de acuerdo a una estimación propia basada en precios Liniers y precios nivel consumidor IPCVA, la hacienda representó el 50% del valor final de la carne en el mes de enero de 2016. Esta participación se ubica 3 puntos porcentuales por debajo de la media observada durante los últimos 8 años. “El otro 50% del valor de la carne representó la participación conjunta de los servicios de faena, transporte y comercialización y la del Estado (tres niveles) a partir de los impuestos que aplicó sobre estas actividades”, sostiene el informe. “Durante los años 2008 y 2009 la incidencia de la hacienda estuvo en sus mínimos, por debajo del 45% durante muchos meses, influida por la gran liquidación de animales que produjo la (mala) política intervencionista del gobierno. Por el contrario, la incidencia estuvo por encima del 60% durante varios meses de los años 2010 y 2011, en plena fase de retención de vientres y escasez de animales para faena”, agrega. “El aumento de precios de la carne observado entre enero 2015 y enero 2016 (50,3%), supera al aumento del precio de la hacienda (46,7%), al aumento del nivel general de precios (31%-34% según fuentes estadísticas provinciales y estimaciones propias) y al aumento de los salarios de actividades vinculadas a la industria frigorífica y al comercio minorista de carnes (30%-32%, según serie de salarios Ministerio de Trabajo y estimaciones propias)”, agregan.

En otros términos, explican que el aumento observado en los precios minoristas de la carne, y por ende de participación de los servicios de faena, transporte y comercialización, “luce excesivo” considerando lo sucedido tanto con el precio de la hacienda como con los otros precios de la economía. “Por lo tanto sería de esperar que el propio mercado, con sus tiempos, realice una corrección al respecto”, anhela.

Las dos puntas

“Alguien dijo alguna vez que hay tres alimentos que son sociales: el pan, la carne y la leche; esto quiere decir que son fundamentales para que un ser humano se desarrolle adecuadamente a temprana edad, pueda gozar de una salud que le permita soportar enfermedades, gestar y criar su descendencia, y afrontar su madurez con la mayor lucidez posible, entre otras cosas. Es decir son indispensables cuando más vulnerables somos”, sostuvo la Sociedad Rural de Santa Fe esta semana en un comunicado sobre este tema.
“Y esto que tendría que ser nuestra fortaleza como criadores y engordadores de hacienda vacuna, a menudo es nuestra debilidad frente a poderosos agentes comerciales abastecedores; y es el principal argumento usado en nuestra contra por políticas descabelladas como la que tuvimos en la última década”, continúa el parte.

“En nuestra profesión de productor agropecuario, tenemos el raro privilegio de ser productores y consumidores simultáneamente, sólo unos pocos son procesadores, distribuidores y vendedores. En Argentina, cuando se exportaban 700.000 toneladas, y el consumo estable rondaba los 70-80 kgs. de carne vacuna, la producción destinada al consumo interno era alrededor del 85%. Es decir que siempre nuestro principal cliente fue el consumidor local, o sea nosotros, o sea nuestros vecinos, parientes, etc. Nosotros sabemos todo lo referente a los animales y las pasturas, y nuestros principales clientes conocen cómo cocinarlo, degustarlo, y hasta estirarlo para hacer rendir el presupuesto familiar. Somos los dos extremos de una larga cadena (y a menudo poco clara, con algunos actores no muy transparentes) donde los productores sólo conocemos el precio que nos dan; y el consumidor se entera del precio que le ponen a la carne. Y ambos nos enteramos en el momento en que se nos ocurre o necesitamos vender/comprar”.

Según los ruralistas, “somos los actores más débiles de este pasamanos, lo cual ha quedado demostrado en la burda manipulación de precios y excusas a que nos han sometido durante estos últimos meses de Diciembre y Enero”. Sin embargo, se ilusionan con el cambio de aire político. “Estamos ante una nueva oportunidad política para cambiar las estructuras que han preservado privilegios y enriquecimientos especulativos durante décadas. Pero esto no se llevará a cabo si no comenzamos a asumir roles y a construir espacios de diálogo, totalmente nuevos. Los productores hemos dejado que nos alejen de nuestros principales clientes, es hora de que nos juntemos, nos conozcamos y expongamos a los pícaros que se enriquecen a costa nuestra ejerciendo abusos e informalidad”. Desde la institución creen que si logran poner en marcha un proceso de transparencia basado en un honesto flujo de información, “podremos los productores ganaderos finalmente tener una respuesta racional al interrogante que nos hacemos: ¿Porqué pagamos más cara la carne si a nosotros nos siguen pagando lo mismo por los animales? Y eso no es poco!”, finaliza el comunicado.

El agujero negro

Según el Ing. Agr. Ernesto Messina, de dicha institución, desde 2008 está claro que hay una gran presión impositiva sobre los que trabajaban en blanco “y también hay agujeros negros que no se querían tocar (y desde entonces nadie ha hecho nada). Samid sostiene que hay que perseguir a los evasores y él es una de las caras visibles de esa falta”, disparó Messina. Para el ganadero (férreo defensor de la raza Criolla), otro de los hechos que se manifiestan es que las carnicerías tienen una cadena abastecedora y una dinámica de precios diferente a los supermercados, y ya comienzan a diferenciares ante la reacción de la gente. “Hay faena a nombre de otros con la matrícula del frigorífico quienes son los que terminan facturando como rehenes de esta situación, y sobreviven con el servicio de faena a fasson o prestándose a estas facturaciones o matrículas. El que retira la media res llega al supermercado y negocia independientemente de lo que vale en pie o al público. Eso no sería malo en una cadena transparente. Pero cuando las transacciones son personales y de acuerdo al momento, surge el agujero negro”. Para Messina, muchos expendedores no declaran toda la carne que compran o venden, y esa es otra grieta.

Además, se habla del precio de la carne, pero los productores entregan bastante más que eso: “la carne es el 52 % de lo que entregamos, ya que hay que sumarle el cuero, las achuras y otros subproductos que se consumen a nivel local y en el mercado externo”. Primero le fijan el precio al comprador, pero precio y valor son dos cosas diferentes”, aclara.
Finalmente, declara que la única solución que existe es dejar de manejarse con supuestos y conocer por cuántas manos pasa un kilo de carne desde que sale del campo; conocer cuáles son los costos reales de cada eslabón de la cadena y coordinar con las autoridades de la producción. “Si no existe la decisión política de hacerlo seguiremos como hasta ahora.

Los intermediarios nunca participaron de una reunión de la cadena y eso demuestra el poder que tienen. Se requiere un trabajo coordinado entre producción y la Secretaría de Comercio. En lo inmediato, sentarnos para conocernos productores y consumidores, mejorar la comunicación, y en el mediano plazo transparentar la cadena.

Gente mal acostumbrada

Para el analista ganadero Matías Sara, el tema pasa por la fuerte costumbre de consumo de los argentinos. “Es que no ha bajado la demanda de los consumidores, la gente se queja pero compra igual, de esa manera el carnicero vende al mismo precio. No hay una retracción en la demanda, y no bajará en tanto la gente no encuentre otra cosa para comer”, destaca. En cuanto a las alternativas (pollo y cerdo), dice que también subieron o no se consiguen tan fácilmente. “Los sustitutos no tienen la misma oferta, el aumento del pollo al mostrador es el mismo que la vaca, y las pastas y verduras también aumentaron”. Para Sara (@contalito) estamos muy acostumbrados a comer carne, y organizarse para no comprar no es fácil en un país donde no nos ponemos de acuerdo muy seguido. “El momento para hacerlo era navidad y año nuevo, atajando la suba de la hacienda, ya no. Los carniceros van a bajar en la medida que no compren o el precio sea alcanzado por la inflación restante”.

Además, rescató el dato que los frigoríficos y los carniceros viven a electricidad, y en el gran Buenos Aires el insumo les va a salir más caro que ahora todavía. “Los fletes del camión jaula, el refrigerado, el combustible, todo sube”. Un combo de inflación y dispersión de precios que es letal.

Respecto del sector, sin embargo, aclara que hay “una esperanza terrible”. Los productores están aguantando las terneras, dándole una oportunidad a la vaca vieja para tratar de sacarle otro ternero más. Mucha gente que hacía el ternero de Liners y que con estos precios irá hasta los 400 kilos”, destaca.

Sara está convencido que esta tendencia está arrancando, aunque dependerá mucho del clima, “mientras crezca el pasto hay con qué aguantarlo, pero habrá que ver los precios del maíz. Y si aparece una Niña eso va a bajar mucho la intención de guardar terneras y vacas. Habrá menos plata en el bolsillo”, anticipa.

Fuente Campo Litoral