Quienes dicen respetar y admirar la lucha de las Madres de Plaza de Mayo deberían expresarse de alguna manera. El silencio, en todo caso, sólo los convierte en pusilánimes o en apologistas de la violencia, del improperio y la intolerancia que tanto aseguran rechazar.

Jamás buscó que sus palabras se convirtieran en la voz de esa mayoría silenciosa de argentinos que rehúye de los discursos grandilocuentes y de las posturas absolutas. Sin embargo, en cuestión de horas logró que millones de personas sintieran, al menos por un momento, que alguien estaba diciendo lo que tantos deseaban decir.

Mariela Stumpfs es docente en la Escuela Nº 288 de la localidad de Oberá, Misiones. Y el jueves 23 de marzo, como ocurrió seguramente en cada aula de cada escuela del país, les habló a sus alumnos de apenas 10 años sobre lo sucedido en la Argentina de mediados de los setenta.

Les habló de los errores cometidos, del horror, del dolor, de la sangre derramada, de los enfrentamientos fratricidas, de las miradas complacientes, de la hipocresía cómplice, de las lecciones de la historia.

Les habló también de la lucha incansable de un puñado de madres desesperadas que salieron a las calles en busca de sus hijos muertos o desaparecidos, y de cómo un sábado 30 de abril de 1977 decidieron reunirse en la Plaza de Mayo para suplicar que Rafael Videla las recibiera en la Casa Rosada. Eran apenas 14 mujeres, pero su tenacidad logró superar los avatares del tiempo y trascender las fronteras del país.

Cuarenta años después y en apenas un puñado de minutos, Hebe de Bonafini puso en jaque el contenido de aquella lucha: declaró a los cuatro vientos que las Madres de Plaza de Mayo descreen de la democracia y que dejaron de ser un movimiento social que lucha por el respeto a los derechos humanos, para convertirse en una pieza más de un sector político-partidario como el Frente para la Victoria.

“Desde que entró al poder dije que Macri es un dictador. Es un reverendo hijo de mil putas y un dictador […], basta de ser democráticos para ser buenitos: me cago en los buenos. No soy buena. No podemos ser buenitas, no podemos no insultar […], las Madres somos leales al proyecto nacional y popular de Néstor y Cristina Kirchner”, gritó Hebe de Bonafini.

Es cierto que desde hace tiempo sus actitudes venían reflejando de manera inequívoca esta postura. Sin embargo, su declaración de principios pronunciada el viernes frente al Congreso de la Nación adquiere un valor simbólico implacable.

Una maestra decepcionada

Mariela Stumpfs, aquella docente misionera que intentaba que sus niños comprendieran cuáles pueden ser las nefastas consecuencias de la intolerancia, sintió en ese momento un verdadero cimbronazo: “Sra. Hebe de Bonafini, Ud. arruinó mi clase… ¿Cómo les explico a mis niños el lunes 27/03 que lo que les dije jueves 23/03 no era verdad?… Les conté a mis alumnos que Madres/Abuelas de Plaza de Mayo defienden y luchan por los Derechos Humanos sin saber que a las 2 horas Ud. diría que no son más un organismo de derechos humanos, sino una organización política…”.

Lo escribió en Facebook. Y a los pocos minutos, su mensaje se había viralizado por cada una de las redes sociales en la Argentina. Sin haberlo buscado, esta maestra se había convertido en la voz de esa mayoría silenciosa que rehúye de los discursos grandilocuentes y de las posturas absolutas.

Todos aquellos que dicen respetar y admirar la incansable lucha de las Madres de Plaza de Mayo, a lo largo de estos 40 años, deberían expresarse de alguna manera. Hacerlo no significaría desconocer los errores de Maurcio Macri, refutar la lucha por los derechos humanos o negar el inconmensurable dolor de quien ha perdido un hijo. El silencio, en todo caso, sólo los convierte en pusilánimes o en apologistas de la violencia, del improperio y la intolerancia que tanto aseguran rechazar.

Desde una mirada netamente electoralista, lo sucedido el viernes resulta funcional al gobierno de Cambiemos. En apenas un puñado de minutos, la mayoría silenciosa de los argentinos recordó qué es lo que no quiere que el país reviva porque se trata de un camino que inexorablemente desemboca en la agonía. En los albores de la democracia, un cajón quemado sobre un escenario produjo las mismas consecuencias.

Sin embargo, esto no es lo verdaderamente importante. Lo fundamental y preocupante es que tantos estén dispuestos a vitorear un discurso intolerante y antidemocrático. No importa si se trata de Hebe de Bonafini o de cualquier otro orador. Lo sucedido demuestra que demasiados no aprendieron la lección de la historia.

Los alumnos de Mariela Stumpfs merecen algo mejor.