Más que una campaña agrícola es una montaña rusa. Muchos productores pasaron de la sequía al exceso de lluvias que le impide levantar la poca soja que lograron ver crecer.

Mientras tanto, la economía entra en una velocidad de vértigo. El que pueda tener un poco de calma en estas subidas y bajadas se merece un premio.

Las incertidumbres son mayores que las certezas, pero hay algunas creencias que han quedado como mitos y parecen demostrar que el tiempo se ha detenido. Una de ellas es el cuestionamiento al campo “porque no vende la soja y no entran dólares”. Lo sorprendente es que una de esas críticas haya venido de quien apoyó a la producción agropecuaria en los momentos más duros del kirchnerismo. Se trata de la líder de Cambiemos, Elisa Carrió, que en la red social Twitter escribió: “Nosotros acompañamos al campo en los momentos difíciles, bajamos las retenciones, la sociedad acompañó… ahora les digo a ellos: no retengan la soja, empiecen a liquidar para que ingresen divisas”.

No es con apelaciones políticas que se cambia una decisión de tipo económico, a menos que se esté enviando un mensaje respecto de eventuales medidas de castigo. No será esta seguramente la intención de Carrió ya que uno de los pilares de su ideario es la libertad.

Quien es dueño de un bien puede decidir a su cuenta y riesgo cuándo es el mejor momento de venderlo. En la Argentina sucede un fenómeno extraño: solo a los productores de soja se les exige que vendan la mercadería en el momento de la cosecha, es decir cuando hay más volumen en oferta y el precio tiende a bajar. Es como pedirle a un fabricante de juguetes que venda a precios bajos antes del 6 de enero. Pareciera que el campo fuera una actividad vocacional. No hay que culpar a los políticos sobre esta creencia, muchas veces el propio sector parece olvidar su naturaleza económica.

Las razones por las cuales un productor pueda postergar las ventas son diversas. Espera que el precio aumente, que la moneda se deprecie o no tiene las necesidades financieras para desprenderse de la mercadería. Los motivos van desde la expectativa por la baja del 0,5% mensual en las retenciones, el desenlace del conflicto entre Estados Unidos y China hasta la corrida cambiaria de las últimas semanas, entre otras.

De esa manera, quienes conserven soja de la campaña pasada vuelven a tener a la oleaginosa como valor de resguardo ante la incertidumbre. Esta estrategia no siempre es exitosa, porque así como se apuesta a la suba de las cotizaciones puede ocurrir que la famosa volatilidad del mercado de granos reviva a pleno y el precio baje. Para ese momento, los políticos que apelan al corazón de los productores se habrán olvidado de quien perdió la apuesta.

Cada empresa agropecuaria define su estrategia. Hay quienes tienen un manejo más profesional y usan los mercados de futuros. Otros aprovechan para adelantar la compra de insumos para la próxima campaña. Más que levantar el dedo acusador se podrían identificar los factores que ayudan a enfrentar los riesgos del mercado. Esa sí que podría ser una contribución de la dirigencia política. Debatir un sistema de seguros, mejorar los canales de financiamiento, reducir la presión impositiva o dejar atrás el exceso de regulaciones a la actividad privada.

El Gobierno reconoce que el campo respondió a las medidas de incentivo. En el medio de la semana más caliente, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, destacó que la próxima campaña de trigo podría llegar a los 20 millones de toneladas. Sin los derechos de exportación ni los ROE, la producción tiene incentivos concretos para invertir y apostar al cultivo.

Los empresarios del agro elogian la depreciación del peso. “El atraso cambiario fue una herramienta utilizada por varios gobiernos como ancla artificial antiinflacionaria”, destacó Fernando Rivara, presidente de la Federación de Acopiadores, en las jornadas de A Todo Trigo, en Mar del Plata. Y añadió: “Ya todos sabemos cómo terminan esos atrasos. Igual que las tarifas, en algún momento se tiene que sincerar”. El campo, como actividad de mediano y largo plazo, necesita previsibilidad. Con eso y reglas claras podrá aportar mucho más. No hace falta que le hablen con el corazón.

Fuente SRLC