Así lo aseguró Mario Bragachini, técnico del proyecto Precop del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria en referencia a la transformación de este grano en alimento balanceado y biocombustible. Actualmente, en plantas Pymes se procesan más de 3,5 M/tn que generan 4 mil puestos laborales.
El ingenio popular resumió la expresión de la ley de conservación de la materia de Antoine Lavoisier en lo que es ya un clásico refrán de la ciencia: “Nada se pierde todo se transforma”. Es en Marcos Juárez, Córdoba, en el marco de la 2º jornada de capacitación de agregado de valor donde queda más vigente este dicho. Y hay más: no sólo se evita desperdiciar sino que se generan, en el caso de la soja, puestos de trabajo para continuar con una cadena de beneficios que pueden llegar hasta la exportación de alimentos balanceados y biocombustibles.
Mario Bragachini, coordinador del Proyecto de Eficiencia de Cosecha, Poscosecha y Agroindustria en Origen (Precop) del INTA Manfredi –Córdoba– recordó que “el Plan Estratégico Agroalimentario (PEA) tiene como objetivo que nuestro país aumente un 80 por ciento su industrialización hacia 2020. La propuesta de máxima es exportar agregado de valor en origen”.
En esta línea, el coordinador aseguró: “La soja ofrece un sinnúmero de oportunidades para su transformación, la debemos producir y exportar industrializada, con alto valor agregado y muchas horas de trabajo argentino por hectárea con el consecuente desarrollo local”.
Esta transformación, agregó el técnico, es la base para mejorar sustancialmente la mano de obra por hectárea de soja. “El punto de partida es la industrialización en origen de los granos, mediante pymes asociativas de escala y tecnología competitiva”.
En esta línea, Alejando Saavedra, referente del proyecto de valor agregado en origen del INTA Justiniano Posse –Córdoba–, agregó que “el objetivo del encuentro fue que los productores den un paso más allá y se asocien para formar pymes que les permitan agregar valor en origen, potenciarse y vender más y mejor en el mercado interno y externo”.
Para los especialistas, producir expeller y aceites con calidad es uno de los puntos clave de control en una planta de extrusión-prensado de soja. En números, se procesan actualmente en pymes 3,5 millones de toneladas de granos de soja que producen aceite crudo por prensado (0,42 M/tn) y proteína entregada en dos formas: como soja integral extrusada y expeller (3,01 M/tn), destaca el documento Evolución del sistema productivo agropecuario argentino del INTA Precop III de diciembre 2011.
El expeller es un subproducto que se obtiene luego del extrusado y prensado. Se trata de un concentrado con un importante contenido proteico –por lo general entre 40 y 47 por ciento sobre sustancia seca– que funciona como suplemento dietario que junto otros granos conforman el alimento balanceado, explicó Saavedra.
Según la Cámara Argentina de Empresas de Nutrición Animal (CAENA) para producir 13 millones de toneladas de alimento balanceado se necesitan casi 1.5 millones de tn de expeller de soja.
La ventaja está en asociarse
“Es importante que el productor comprenda que asociarse es la llave para aumentar su renta y mano de obra”, destacaron los técnicos en Córdoba.
Agregar valor a los granos y convertirlos en producto balanceado con posibilidades de que se transformen en carne permitirá que en 2020 lleguemos a “400 mil puestos de trabajo sólo en la cadena de la soja”, detalló el coordinador del Precop.
Asimismo Saavedra se refirió al impacto social y económico: “En los últimos años se instalaron nuevas plantas de extrusado-prensado de soja que producen aceite y expeller a nivel de pymes”, esto se traduce en 4.000 puestos de trabajo directo que le permiten al productor recibir una mayor renta por el grano.
“En 2011 se instalaron cerca de 200 nuevas plantas en todo el país, que sumadas a las ya existentes totalizan más de 400 a escala nacional. Por otra parte, la producción total de soja extrusada prensada en origen en la Argentina supera los 3,5 millones de toneladas”, afirmó Bragachini.
Estas plantas, formadas por grupos de productores o empresas de tipo familiar, se encuentran en Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires, detalla el documento del INTA Precop.
En términos generales, los procesos de extrusión y prensado, bien controlados –temperaturas elevadas por un periodo corto de tiempo–, son los que pueden generar los materiales de mejor calidad –más digestibilidad–, con menor daño de la proteína y mayor contenido de aminoácidos esenciales, fundamentalmente lisina.
Puntualmente, los especialistas coincidieron en la importancia de la calidad de la materia prima como primer eslabón de una cadena productiva de óptimo resultado.
El arranque
Carlos Querini, investigador de la Universidad Nacional del Litoral y Conicet, alentó el uso de biocombustibles debido a la creciente demanda mundial de energía y el precio ascendente del petróleo. “Estos factores deben motivar a los productores agropecuarios a instalar pequeñas plantas de producción de biodiesel, por tratarse de generadoras de materia prima para elaborar alimento balanceado y cerrar un círculo muy ventajoso”.
El biocombustible obtenido del prensado de esta oleaginosa creció 24 veces desde 2006: pasó de 130 mil toneladas a más de 3 millones. Esta evolución puede ser aprovechada por los productores si trabajan de manera asociada y generan más volumen para la venta externa e interna.
Para Saavedra, “esta nueva energía biodegradable puede ser usada, además, para autoconsumo de las propias pymes”.
El objetivo es ir más allá de la tranquera de la explotación agropecuaria. El coordinador del Precop resumió que este lema es lo que hoy ocurre en la Argentina: “Gracias al trabajo del INTA, el productor está dejando de ser primario para transformarse en industrial, participando de manera integrada en la cadena de valor”.
Para analizarte mejor
Néstor Juan, técnico del INTA Anguil, La Pampa, puntualizó que “tanto la demanda interna como la exportación se tornaron más exigentes en cuanto al aseguramiento de la calidad y la trazabilidad de los alimentos a comercializar”. Por esto, se necesitan mayores controles de calidad, que, en muchos casos, son costosos, contaminantes, destructivos de la muestra y lentos.
Para agilizar este proceso, – explicó– se desarrolló una tecnología alternativa de análisis denominada NIRS (Espectroscopía en Infrarrojo Cercano, por sus siglas en inglés) que permite estimar de manera rápida y precisa la composición química de la materia prima utilizada.