Cuando nos referirnos al tema de la propiedad de la tierra señalamos que los pioneros inmigrantes concretaron rápidamente sus utopías agrarias, pero no así la segunda oleada de agricultores italianos que llegaron a comienzos del siglo, quienes encontraron clausurado el camino hacia la propiedad de la tierra.
A partir del año 1890, comenzó en la llanura pampeana un presuroso proceso de valoración de las tierras, acompañado por una creciente reticencia de los grandes propietarios a desprenderse de sus posesiones, que con el sistema de arrendamiento, año a año les proporcionaba mayores beneficios.
Aquellos recién llegados debieron resignarse solamente a trabajar tierras ajenas. Durante la primera década del siglo, estimulados por los precios internacionales muy favorables, los chacareros debieron pagar tasas de arrendamiento cada vez más altas, se registran datos de la época que en algunos casos alcanzaban a más del 30% de la cosecha bruta, es decir casi el 50%  de la producción neta.
Dicha situación se tornó insostenible cuando una fuerte sequía malogró la cosecha de la temporada 1910 – 1911. Al año siguiente la fortuna quiso que se produjese una cosecha record de maíz (más de 7 millones y medio de toneladas) pero acompañada por un derrumbe de precios (de  $ 11.35 en enero de 1912, los precios de la tonelada de maíz cayeron estrepitosamente a $ 5.35 en abril llegando a un piso de $ 4.52 en septiembre).
En el mes de junio de ese año, en el cinturón maicero de la provincia de Santa Fe, con epicentro en las localidades de Alcorta, Bigand, Bombal y Máximo Paz, estalló un gran movimiento de protesta rural que hoy, a 100 años recordamos como «El Grito de Alcorta».
Los colonos organizaron comités de huelga, planteando una serie de reclamos, a saber:
Fuerte rebaja en los porcentajes de arrendamiento y aparcerías.
Contratos de arrendamientos por un mínimo de 4 años.
Libertad para trillar con la máquina que el colono elija y para vender lo cosechado.
Entrega del grano en parva y troja.
Reconocimiento de las mejoras introducidas en el campo por los arrendatarios
El primer reclamo estaba sostenido por la necesidad de los chacareros de obtener mayores márgenes de ganancia que les permitiera acumular un capital suficiente como para poder afrontar futuras situaciones como las de ese año.
La ampliación de los contratos significaba para quienes arrendaban, la posibilidad de contar con un margen a fin de resarcirse en caso de una mala cosecha.
La libertad de trilla y venta permitía desligarse de las cláusulas feudales que los ataban a los intereses del propietario.
El echo de entregar el grano en parva o troja representaba menos gasto para los arrendatarios, ya que de esta manera el propietario se debía hacer cargo de la trilla, embolsado y transporte a la estación del porcentaje de cereal que le correspondía por contrato.
Y por último, los colonos reclamaban indemnizaciones por las edificaciones y mejoras que aportaban a la  propiedad.
Para agosto de 1912 la huelga estaba superada y los colonos retornaban a sus tareas, el saldo obtenido no era pequeño los chacareros lograron importantes mejoras en los contratos de arrendamiento pero por sobre todo, tomaron conciencia de la necesidad de aunar voluntades, no sólo para enfrentar la voracidad de los grandes propietarios, sino también para terminar con uno de los puntos oscuros del proyecto agroexportador: la mala distribución de la tierra.

Extractos de la época

Diario «La Capital»,  20 de  junio de 1912: «La última reunión que se celebró en este pueblo fue muy concurrida y se nombró la comisión de huelga del distrito. El Sr. Diego Martínez, director del colegio particular de dicha localidad, pronunció un discurso a solicitación de la Asamblea. Se nombraron comisiones de propaganda para recorrer los campos.
Después se dejó organizada la Comisión Directiva de la huelga en ese distrito, en la forma siguiente: Presidente: Pedro Portaluppi. Vicepresidente: Enrico Camillucci. Tesorero: Luis Carradori. Secretario: Miguel Torres. Vocales: Mariano Leonardo y José Piati».
El periódico de la «Federación Agraria» que después adoptaría el nombre de «La Tierra», informa en su primera edición del 21 de septiembre de 1912, que se había integrado la Comisión Directiva de la filial Salto Grande de la Federación Agraria, quedando conformada de la siguiente forma:
Presidente: Enrico Camillucci. Vicepresidente: Bartolo Eleno. Secretario: Miguel Torres.
Sólo me resta cerrar recordando que «un pueblo que no conoce su historia, no sabe hacia donde va». Simplemente gracias Abuelo.!!!

Fuente: Camillucci Jorge – Blakys2008@hotmail.com – Providencia, Las Colonias.