La ceremonia fue presidida por el segundo del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertone, que participó como enviado del papa Benedicto XVI. El rito, que fue presenciado por más de 100 mil personas, comenzó con una ceremonia mapuche y el canto de una mujer de la comunidad local.
Ceferino Namuncurá, el indio mapuche venerado por miles de fieles de toda Latinoamérica, quedó formalmente inscripto este domingo en el catálogo de los beatos de la Iglesia Católica.
La proclamación oficial de la beatificación la realizó el secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, en representación del Papa Benedicto XVI, en la localidad rionegrina de Chimpay, ante unas 60 mil personas, que según las estimaciones policiales se reunieron en cercanías del sitio en donde nació Ceferino el 26 de agosto de 1886.
De esta manera, Ceferino puede compartir los altares con su guía espiritual, Domingo Savio, Don Artémides Zatti, Laura Vicuña y otras figuras religiosas emblemáticas.
La resolución formal de la Santa Sede para que el indiecito mapuche alcanzase la categoría de beato se fundamentó en la milagrosa curación, sin explicación científica alguna, de una joven cordobesa a quien le habían diagnosticado un cáncer terminal en el útero y se curó después de rogarle a Ceferino.
La mujer, Valeria Herrera, acompañada por su esposo Joseph, un misionero laico de Costa del Marfil a quien conoció en su Africa natal, y una de las tres hijas del matrimonio nacidas después del milagro, siguió de cerca la ceremonia en el estrado.
En el altar sobre un escenario de 800 metros cuadrados de superficie, levantado en el Parque Ceferiniano de Chimpay, junto a Bertone se ubicaron el cardenal primado de la Argentina, Jorge Bergoglio; el rector mayor de los salesianos, Pascual Chávez Villanueva; el nuncio apostólico en nuestro país, Adriano Bernardini; y otros 40 altos dignatarios eclesiásticos.
En la primera fila del público se ubicaron el vicepresidente de la Nación, Daniel Scioli; el secretario de Culto, Jorge Oliveri; el gobernador de Río Negro, Miguel Saiz; la vicegobernadora de Buenos Aires, Graciela Giannetasio; y el embajador argentino ante la Santa Sede, Carlos Custer.
Durante la ceremonia los representantes mapuches Hermelinda Painequeo y Aparicio Millapi leyeron en la antigua lengua araucana (el «mapudungun») y español el texto formal de pedido de beatificación. La petición se hizo «en nombre de todo el pueblo de Dios peregrino y en particular de los mapuches cristianos, de la familia Namuncurá, de los jóvenes, de los más pobres y de la familia salesiana».
El obispo de Viedma, Esteban Laxague, asumió el rol del pedido en nombre de la iglesia de la región y sostuvo que «en esta tierra patagónica, marginada y muchas veces explotada, pobre de población y de estructuras, Dios quiso suscitar frutos de santidad», en referencia a los beatos Laura Vicuña, que vivió en Junín de los Andes, y Don Zatti, que transcurrió su existencia en Viedma.
Durante la celebración de la misa, posterior a la beatificación, Bertone destacó que «esta es la primera beatificación que se realiza en tierra de Argentina y también es la primera vez que se hace una ceremonia de este tipo en un pequeño pueblo, como Chimpay, que se convierte en grandísimo por esta muchedumbre de amigos de Ceferino».
El enviado papal hizo reír a la concurrencia, cuando pidió disculpas por su pronunciación defectuosa del español, al decir que «hablo en cocoliche, pero trataré de hacerme entender».
Después despertó aplausos cuando informó que en un lugar interno de la Capilla Sixtina, en la Santa Sede, una imagen del flamante beato ya fue entronizada junto a la estatua de San Juan Bosco, fundador de la orden salesiana, y afirmó «Ceferino, de Chimpay, y de la Patagonia, ahora está allá en Roma».
En la carta del papa Benedicto XVI, leída por Bertone, se anunció que la fiesta anual en homenaje a Ceferino será celebrada cada 26 de agosto, en conmemoración del nacimiento.
Uno de los momentos más emotivos de la celebración, animada por el cura párroco de Patagones, Pedro Narambuena, fue cuando se descubrió la imagen gigante de Ceferino, de diez metros de alto y cuatro de ancho, a la izquierda del escenario.
El carácter bicultural del acto, con fuerte presencia de las manifestaciones ancestrales del pueblo araucano, se reforzó cuando se produjeron las ofrendas y un grupo de representantes mapuches ingresó al escenario con pasto, agua y plumas de ñandú, para pedirle a «gnechén» (el Alto Dios) por prosperidad en los campos.
Más de 60 «loncos» (jefes) y «machis» (la mujer que administra curaciones) vestidos con ropajes típicos tuvieron lugar preferencial en la platea de invitados especiales y realizaron sus ruegos en la lengua indígena.
Unos 300 sacerdotes auxiliares suministraron la comunión a más de 25 mil personas, mientras circulaban con los copones de las hostias consagradas entre la multitud; el tradicional saludo de la paz, hacia el final de la Eucaristía, significó un inmenso movimiento rumoroso entre los participantes del oficio religioso.
Las intervenciones sanitarias fueron muy pocas, según informó a Télam uno de los médicos coordinadores del operativo montado por el ministerio de Salud de Río Negro; en tanto el jefe de la Policía, Jorge Ucha, aseguró que «sólo hubo algunos arrebatos de carteras y algún otro hecho menor, pero todo estuvo en orden».
En el mismo sentido indicó que no se registraron accidentes en el desplazamiento de unos 800 colectivos y más de cinco mil vehículos particulares, por la ruta nacional 22 que es la única vía de acceso a la localidad, en la zona del Valle Medio.